martes, 31 de mayo de 2011

9. LECTURA PARA POBRES

En su segunda novela Oficio de tinieblas (1962), Rosario Castellanos incluyó una mención sobre que le daría vergüenza poner uno de sus poemas en la mano extendida de un pobre que le pidiera limosna. Debemos señalar que la trama de esta obra se refiere a las relaciones de los indios con los blancos y mestizos en Ciudad Real, Chiapas, matizando antagonismos que no admiten simetrías.
Agreguemos a esta interesante declaración de Castellanos lo que nos relata la película franco-canadiense Léolo (1992, dir. Jean-Claude Lauzon) al respecto de un niño -Léolo- que vive en un barrio pobre de Montreal, en donde el profesor de la escuela suprime partes del libro de texto porque los infantes no van a requerir todos los conocimientos cuando crezcan... al cabo que siempre serán pobres. Viene al caso una parte de este filme cuando la madre de Léolo descubre que él tiene un libro que le prestó un vecino. La mujer mira el libro primero con extrañeza, y luego se le ilumina la cara y decide utilizarlo para nivelar el refrigerador cojo.
Todo esto nos lleva a pensar: ¿Hay textos para los pobres? ¿Hay una lectura para las personas que se encuentran abajo de cierto nivel socioeconómico? ¿La lectura puede sacar de la pobreza a los pobres? ¿Es legítimo preguntarse sobre los motivos para querer animar a la lectura a la gente pobre? Al respecto de la última pregunta y si respondemos con una afirmación, con qué fin hacerlo y cómo.
Freire se refirió a la lectura como un derecho social y cultural de las personas, e indicó que se debía trabajar específicamente con los desarraigados -incluidos los pobres- para ayudarles a hacer una lectura como una dialéctica entre el texto y el mundo, bien reescribiendo y criticando lo que dice el texto sobre el mundo, y percibiendo y criticando lo que ocurre en el mundo a partir de lo que nos enseñan los textos.
De esta manera, la percepción, la interpretación, la crítica y la reescritura luego de este fluir entre el texto y el contexto conforman los componentes de una metodología que propone este pedagogo con el objeto de que la lectura tenga sentido para los pobres y para que consigan estar y participar en el mundo.
Pongamos como ejemplo algunas experiencias de trabajos de animación a la lectura que conocemos, mismos que fueron realizados en sitios de reclusión, en asilos, en orfanatos, en escuelas de zonas marginadas y con niños de la calle. Cada uno de estos casos es único y en todos ellos se encontró como principal problema la selección de las lecturas, pues no siempre resultaron adecuadas para el público-meta. El segundo inconveniente encontrado fue la pobreza de vocabulario.
Sin embargo, en ninguno de los casos se pudo responder con certeza a la pregunta sobre para qué podría servir la lectura a esas personas, sino que más bien se hablaba de vaguedades como "llevarles luz y esperanza a través de la lectura" y cosas así.
A lo anterior debemos agregar que cuando se emprenden acciones de animación lectora no es común que se realicen evaluaciones, por lo que resulta imposible tener alguna noticia sobre qué tanto o cómo impactan en las personas los trabajos realizados.
Una amiga antropóloga nos dice que el placer de la lectura es una construcción social muy clasemediera, y que pensar que los pobres puedan leer por el gusto de leer es puro romanticismo.
Quizá Rosario Castellanos tenía razón, y debemos sentir vergüenza cuando llevamos obras de ficción a los pobres sin saber para qué lo hacemos. Tal vez deberíamos ser más reflexivos y prudentes al hacerlo. Estos asuntos nos invitan a pensar...

2 comentarios:

  1. Quizá cuando los pobres tengan cubiertas todas sus necesidades, podrán leer cualquier texto que caiga en sus manos.
    De verdad que este artículo me ha hecho reflexionar y ayer en la última cena del Taller de escritura creativa de Murcia, saqué este tema y se crearon muchos interrogantes. Es terrible lo que se comenta de la película Leolo, cuando el maestro quita trozos del libro porque no les va a servir de nada porque son niños pobres. Ýo sí creo que la lectura puede sacar de pobres a la gente.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Conchita. En una ocasión una bibliotecaria me decía que los desarraigados,en particular los indígenas, no podrían acceder a la lectura -y por ende a la cultura occidental- hasta que se les acabara de alfabetizar. Esto de condicionar que las cosas ocurran en cadenas de procesos está para pensarlo con cuidado. pues se corre el riesgo de que nada pase. En el mismo sentido, no nos limitemos esperando que se cubran las necesidades de los pobres para que puedan leer. Creo que Freire nos ha marcado un camino. Saludos.

    ResponderEliminar