viernes, 27 de mayo de 2011

6. EL LECTOR

En cualquier actividad de fomento de la lectura que hagamos con otros -trátese de animación, formación del hábito, comprensión, o crítica- tendremos que partir de un concepto inicial del lector, esto es, aclarar quién será el lector con el que realizaremos la actividad.
Emprender la tarea de definir el lector no es cosa fácil, y son muchos los que lo han intentado. Tenemos así que Iser concibe al lector como alguien que lleva a cabo un proceso de conocimiento con el texto, y esto lo impulsa a poner en marcha un proceso de proyección a través de la atención (centrarse en un punto de perspectiva y moverse en el mundo de los significantes), por medio del cual da y recibe de ese texto. El lector se involucra en el texto, y durante el tiempo que dura la lectura no sabe lo que sucede con su participación, por lo que luego siente la necesidad de hablar sobre lo leído para captar la distancia de aquello en lo que está implicado.
Para Freire, el lector es alguien que se acerca con una actitud crítica al texto, estableciendo desde el inicio de la lectura las relaciones que percibe entre el texto y el contexto. Cuantos más textos, palabras o letras del contexto conozcan, más aumentará su capacidad de percibir y comprender el texto. De esta manera, ser lector implica ser capaz de percibir, criticar, interpretar y reescribir lo leído.
El acercamiento a lo que sea el lector se ha intentado también por medio de la tipología. De esta manera, Bamberger indica que el lector puede ser de cuatro tipos:
+ Romántico, con preferencia por lo mágico.
+ Realista, que rechaza los libros fantásticos, de aventuras o inverosímiles.
+ Intelectual, que gusta de las razones y necesita que todo se le explique.
+ Estético, amante de los sonidos de las palabras, del ritmo de las frases y de la rima.
No obstante, definiciones y clasificaciones van y vienen. Por ejemplo, Weinrich indica que hay ocho tipos de lectores: El oyente, el purista, el amigo simpatizante del autor, el estudiante, el lector de fin de semana, el crítico, el historiador y el filósofo. Más recientemente, Burbules y Callister se refieren a los tipos de lectores de textos digitales, que son tres: El navegador, el usuario crítico y el hiperlector.
Tenemos además que la situación del lector siempre se ha visto como problemática, pues los que aprendieron a leer o leen mal y no alcanzan a comprender, o leen poco y no conocen suficiente, o no leen lo que les conviene: Por ejemplo, no leen los libros que se espera que conozcan.
También encontramos que algunos autores agregan adjetivos al lector para aclarar su condición, llamándole "lector dependiente/lector autónomo" (Lerner), ora "lector interactuante con el texto" (Echeverría Martínez), o bien "lector pleno de la cultura escrita" (Ley de fomento para la lectura y el libro, 2008), entre otros.
Una de las críticas que se mantiene vigente hacia estos intentos por enmarcar al lector es que caen frecuentemente en un funcionalismo unidimensional, o sea, sólo se ocupan de definir un rol para el lector enfatizando unas pocas características de lo que se entiende que le debe ser distintivo, y dejando de lado muchos de los rasgos propios de las personas como entes culturales, sociales, económicos y políticos. Esta crítica, por ejemplo, se aplica frecuentemente a los niveles de lector que promueve la prueba PISA de lectura que impulsa la OCDE.
Por consiguiente, toda actividad de fomento de la lectura puede ser cualquier cosa, menos ingenua, aunque se antoja pensar que hay candor cuando escuchamos algunos argumentos que se esgrimen para exaltar la necesidad de formar lectores. Dicho de otro modo, cuando emprendemos cualquier actividad de este tipo estamos haciendo varias elecciones, y una de ellas determina quién es el lector. Por este motivo, es sumamente importante asumir el perfil del lector en el que pensamos desde antes de emprender la actividad lectora, para que de esta forma actuemos con más conciencia de lo que hacemos y podamos estar en mejor condición para ayudar al otro.

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