jueves, 26 de mayo de 2011

5. LA LECTURA Y EL CUERPO

Hace algunos años, Noé Jitrik escribió un ensayo donde se preguntaba sobre las formas como podemos tener nuestro cuerpo al leer. Describió que las posiciones del cuerpo son básicamente tres:
1) De pie.
2) Sentado.
3) Acostado.
Algunas variaciones que indica no cambian estas tres posibilidades. Es así que podemos estar parados sobre nuestras piernas o con apoyo en una pared. La situación de estar sentado depende del respaldo y de si hay apoyo para las piernas. Además, se puede estar acostado boca arriba, boca abajo o de costado.
¿Cómo nos sentimos mejor al leer? ¿Cómo se muestra nuestro cuerpo más dispuesto para la lectura? Con este primer planteamiento nos asomamos a un asunto de gran trascedencia cuando nos referimos a la animación y a la formación del hábito de la lectura, pues se hace necesario que exploremos junto con las personas este punto de sintonización de sus cuerpos con el texto.
Por otra parte, recuerdo que en una ocasión escuché a Juan Voutssas decir que este asunto de la ergonomía de la lectura (que es nombre que se perfila para la sintonización) es lo que está causando descalabros en la reflexión que acompaña al diseño de los libros electrónicos.
Un segundo aspecto que señala Jitrik tiene que ver con el estado de movilidad de nuestro cuerpo, esto es, si se encuentra en estado estático o en movimiento. Es de notar que si se encuentra en movimiento, este puede ser provocado (como cuando leo caminando) o conducido, como cuando leo en el autobús.
Me ha tocado ver mucha gente leyendo en el metro de la ciudad de México: Algunos leen la Biblia, otros novelas y algunos llevan libros técnicos. Podemos ver que el tamaño y la forma del texto determina la posibilidad de leerlo cuando se es conducido, pues generalmente se llevan volúmenes de unos 20 centímetros de alto en promedio, pero no mayores y sólo en algunos casos se llevan libros o cómics de menor extensión.
El último aspecto que menciona Jitrik tiene que ver con el lugar donde podemos leer y con la iluminación, que puede ser natural o artificial. En este sentido, no es lo mismo leer en una biblioteca que en un parque, o leer en una escuela que en una terraza. Hay personas que se sienten más dispuestas para leer en un sitio especial, pero difícilmente lo hacen en otro lugar.
Las tres posiciones del cuerpo, las tres posibilidades del movimiento y las dos opciones de la iluminación nos dan 18 combinaciones de formas de leer en un lugar determinado. No obstante, como ese lugar puede variar, el número de formas probables se eleva hasta casi hacernos creer que hay infinitas posibilidades. Ahora bien, es preciso notar que no todas las combinaciones son admisibles o adecuadas a las normas de uso de los sitios, pues tenemos que en una escuela o una biblioteca no es común que se admita leer acostado, y muchas veces tampoco se deja leer caminando.
De esta manera, podemos darnos cuenta de que en los lugares donde se espera que las personas lean puede que no se consiga sintonizar los cuerpos con los textos, y que más bien se sienta que la lectura es una imposición a la que estamos obligados y de la que no nos podemos escapar por las ideas que los otros tienen sobre lo saludable que es la lectura (en la misma escala que el jarabe de hígado de bacalao).
Quizá por esto la animación lectora tenga tan poco éxito en las escuelas, y en las bibliotecas se observe que no refleja un mayor uso de las colecciones. Tal vez requiramos dar un viraje a nuestras preconcepciones sobre la lectura y hablar con las personas antes sobre cómo se sienten mejor sus cuerpos y cómo estarían más dispuestos a leer.

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