domingo, 22 de mayo de 2011

3. DERECHOS DEL LECTOR

En nuestro universo social, lugar donde se aplican varios imperativos a la práctica lectora, destaca el escritor francés Daniel Pennac (1941- ) por su libro Como una novela (1992), donde propuso los derechos del lector que son imprescriptibles, o sea, sobre los que no podemos ordenar o guiarnos por recetas.
De esta manera, Pennac buscó enfatizar la naturaleza libre de la lectura, que no puede -ni debe- ser regulada por nadie, aunque precisamente sus enunciados han puesto en evidencia, para muchos de nosotros las imposiciones a los actos de leer que ocurren en nuestro propio entorno.
Los derechos del lector se enuncian en el siguiente decálogo:
1. El derecho a no leer.
2. El derecho a saltarse las páginas.
3. El derecho a no terminar un libro.
4. El derecho a releer.
5. El derecho a leer cualquier cosa.
6. El derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual: Emocionarnos con la lectura).
7. El derecho a leer en cualquier lugar.
8. El derecho a hojear.
9. El derecho a leer en voz alta.
10. El derecho a callarnos.
Esta exaltación de la libertad del lector volcada en sus derechos es, empero, una parte de lo que constituye la lectura. Por añadidura, leer abarca incluso otros aspectos que deberían considerarse a la luz de esta enunciación que hace Pennac. A propósito, podemos tomar por ejemplo los señalamientos de Joyce y Perec al respecto de que se debería investigar más la relación de la lectura con el sistema digestivo, pues indicaron que se lee más a gusto cuando se ingiere o expulsa la alimentación.
De esta forma, los derechos del lector propuestos por Pennac se dicen con facilidad, sólo que no son cosa sencilla de comprender y menos de llevar a la práctica. Para calibrar esta situación, pensemos el caso de cuantos preceptores de lectura estarán de acuerdo en que estos derechos se aplican a ellos, pero no a sus alumnos, pues éstos aún no son lectores, sino que se están formando.
Por estos motivos, es importante emprender una reflexión sobre estos derechos que propone Pennac y no meramente aceptarlos como vox Dei, pues hacerlo puede resultar contraproducente y causar daños directos o colaterales en nosotros y en los otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario