martes, 31 de mayo de 2011

9. LECTURA PARA POBRES

En su segunda novela Oficio de tinieblas (1962), Rosario Castellanos incluyó una mención sobre que le daría vergüenza poner uno de sus poemas en la mano extendida de un pobre que le pidiera limosna. Debemos señalar que la trama de esta obra se refiere a las relaciones de los indios con los blancos y mestizos en Ciudad Real, Chiapas, matizando antagonismos que no admiten simetrías.
Agreguemos a esta interesante declaración de Castellanos lo que nos relata la película franco-canadiense Léolo (1992, dir. Jean-Claude Lauzon) al respecto de un niño -Léolo- que vive en un barrio pobre de Montreal, en donde el profesor de la escuela suprime partes del libro de texto porque los infantes no van a requerir todos los conocimientos cuando crezcan... al cabo que siempre serán pobres. Viene al caso una parte de este filme cuando la madre de Léolo descubre que él tiene un libro que le prestó un vecino. La mujer mira el libro primero con extrañeza, y luego se le ilumina la cara y decide utilizarlo para nivelar el refrigerador cojo.
Todo esto nos lleva a pensar: ¿Hay textos para los pobres? ¿Hay una lectura para las personas que se encuentran abajo de cierto nivel socioeconómico? ¿La lectura puede sacar de la pobreza a los pobres? ¿Es legítimo preguntarse sobre los motivos para querer animar a la lectura a la gente pobre? Al respecto de la última pregunta y si respondemos con una afirmación, con qué fin hacerlo y cómo.
Freire se refirió a la lectura como un derecho social y cultural de las personas, e indicó que se debía trabajar específicamente con los desarraigados -incluidos los pobres- para ayudarles a hacer una lectura como una dialéctica entre el texto y el mundo, bien reescribiendo y criticando lo que dice el texto sobre el mundo, y percibiendo y criticando lo que ocurre en el mundo a partir de lo que nos enseñan los textos.
De esta manera, la percepción, la interpretación, la crítica y la reescritura luego de este fluir entre el texto y el contexto conforman los componentes de una metodología que propone este pedagogo con el objeto de que la lectura tenga sentido para los pobres y para que consigan estar y participar en el mundo.
Pongamos como ejemplo algunas experiencias de trabajos de animación a la lectura que conocemos, mismos que fueron realizados en sitios de reclusión, en asilos, en orfanatos, en escuelas de zonas marginadas y con niños de la calle. Cada uno de estos casos es único y en todos ellos se encontró como principal problema la selección de las lecturas, pues no siempre resultaron adecuadas para el público-meta. El segundo inconveniente encontrado fue la pobreza de vocabulario.
Sin embargo, en ninguno de los casos se pudo responder con certeza a la pregunta sobre para qué podría servir la lectura a esas personas, sino que más bien se hablaba de vaguedades como "llevarles luz y esperanza a través de la lectura" y cosas así.
A lo anterior debemos agregar que cuando se emprenden acciones de animación lectora no es común que se realicen evaluaciones, por lo que resulta imposible tener alguna noticia sobre qué tanto o cómo impactan en las personas los trabajos realizados.
Una amiga antropóloga nos dice que el placer de la lectura es una construcción social muy clasemediera, y que pensar que los pobres puedan leer por el gusto de leer es puro romanticismo.
Quizá Rosario Castellanos tenía razón, y debemos sentir vergüenza cuando llevamos obras de ficción a los pobres sin saber para qué lo hacemos. Tal vez deberíamos ser más reflexivos y prudentes al hacerlo. Estos asuntos nos invitan a pensar...

lunes, 30 de mayo de 2011

8. MÉXICO A LEER

Vista de la explanada
 Ayer domingo, antes de las 10 de la mañana ya había gente concentrada en el Monumento de la Revolución, pues acudían al show de la lectura "México a leer", que organizaron el Gobierno de la Ciudad de México y el Consejo de la Comunicación.
Había un templete techado y equipado, igual a los que ponen en el Zócalo para hacer espectáculos y tocadas, y en las orillas del parque sobre los jardines se habían instalado grandes carpas con módulos temáticos para las distintas actividades programadas: Maestros a la literatura, Jóvenes escritores de la cultura pop, sala de lectura de CONACULTA, editoriales, etc. En la calle del lado Norte se encontraba una librería ambulante de EDUCAL, misma que ofrecía el servicio de Internet gratuito.
Sala de lectura de CONACULTA
Vista del templete
Al hacer el recorrido, sobre todo en la carpa de editoriales, uno recibía diversos documentos, como por ejemplo los tips para animar a la lectura a los bebés de cero a cinco años, que proporcionaba el Consejo de la Comunicación; un folleto con poemas de Octavio Paz, Jaime Sabines y Ramón López Velarde; el tríptico llamado Pequeño manual para lectores, que repartía la Secretaría de Cultura; o las Hojas de papel volando, que daba el Consejo Puebla de Lectura y que tratan sobre recomendaciones para la animación lectora.
En el templete se seguía un programa, pero es de notar que entre 150 y 200 personas ponían atención a lo que allí ocurría. Estuvieron como conductores Mariano Osorio y María Inés, y se presentaron personalidades, medallistas olímpicos y escritores. Asimismo, hubo premiaciones a dos niños como embajadores de la lectura y diversos intelectuales leyeron poemas de Paz, Sabines y López Velarde. Entiendo que por ahí anduvo Felipe Garrido, pues escuché que lo anunciaron, aunque no pude verlo. Además, escuchamos que una banda tocaría como parte del show.
Sala de lectura de CONACULTA
La mayoría más bien estábamos haciendo el recorrido en las carpas temáticas, y muchísima gente se dedicaba a hacer cola para recibir las gorras, los monederos o los libros de educación reproductiva que se estuvieron regalando.
En el módulo de las editoriales, tuvo un éxito arrollador el Grupo Televisa, pues ofrecía el periódico Record a 10 pesos y al comprarlo uno se podía llevar gratis ejemplares de las revistas H, TvNovelas y otras de esa casa editorial. Enfrente se regalaba también La revista CN de Cartoon Network.
Librería móvil de EDUCAL
Nos tocó ver a un individuo hacer todo un espectáculo cuando muy molesto tiró a la basura el libro de educación reproductiva que regalaba el Gobierno de la Ciudad de México, pues levantó el brazo e invitó a todos a ver lo que hacía. Cuando se fue, una señora se acercó a la basura, tomó el libro y se lo llevó.
Los organizadores asumieron que un logro de esta actividad fue el demostrar que sumando esfuerzos entre la sociedad civil, personalidades, escritores, organizaciones de la sociedad civil, empresas y gobierno, juntos pueden movilizar a México en las causas prioritarias del país, como lo es la lectura, que es la base para alcanzar una educación de calidad para todos.

domingo, 29 de mayo de 2011

7. OBJETOS PARA LA LECTURA

Recientemente nos llegó un correo electrónico de un bibliotecario, quien manifiesta su preocupación por la inminente desaparición de los espacios para la lectura debido al advenimiento de la biblioteca digital. Argumenta que con la anunciada desaparición del libro impreso, resulta previsible que desaparezcan de las bibliotecas las áreas que se venían destinando a la lectura, debido a que habían sido pensadas para albergar y usar materiales en papel. Asegura que "los nuevos dispositivos de lectura no requieren de ningún mobiliario específicos [sic] por sí mismos". Acaba poniendo como ejemplo la biblioteca de Tecnología e Ingeniería Aplicada de la Universidad de Texas, en donde ya no se utiliza el soporte papel en las colecciones y el mobiliario está pensado para usar computadoras fijas o móviles.
Este comentario nos hace pensar sobre cuáles son los objetos que requerimos para la lectura. Si por un momento lo reflexionamos, quienes usamos anteojos caemos en la cuenta de que sin ellos no podemos leer. Algunas personas con vista cansada también usan lupas. El soporte físico del libro es otro objeto. El librero donde lo coloco, la mesa y la silla que utilizo para consultarlo, el marcatextos, el separador de páginas, el atril para ponerlo en la inclinación que requiero para leerlo, son otros objetos que se usan.
Viene al cabo una anécdota sobre los atriles que me platicó una profesionista, quien decía que su padre era un lector cuantimás. Para reforzar este idea, me comentó que él tenía una colección muy grande de atriles, y que incluso había instalado uno plegable en el baño para leer mientras estuviera sentado en la taza, así como otro semicircular de rieles en su cama, para leer mientras estaba acostado.
Notamos entonces que existe un conjunto de objetos que socialmente se han ido construyendo o adaptando para la lectura y que conforman una suerte de ecología de la lectura, que en principio podemos distinguir por las funciones que les asignamos en relación a un fin principal: Leer para...
Es así como hay objetos que funcionan para atender a nuestra vista (anteojos, lupas y atriles), a la posición de nuestro cuerpo (mesas, sillas y sillones), a la necesidad de resguardar y ordenar (salones, estantes y catálogos), a nuestra memoria y capacidad de comprensión (separadores de páginas, marcatextos, índices, obras de referencia, así como plumas y papel para apuntes), o bien, a nuestra necesidad de apropiación del contenido (volúmenes, copias, impresiones y fotocopias).
Resulta claro que las posibilidades de adaptar nuestro cuerpo y usar nuestra visión condicionan nuestra capacidad de comprensión y nuestra memoria. Además, el potencial de resguardo, organización y apropiación del contenido se impone a nuestros cuerpos de varias formas. De aquí que resulte claro que esta ecología objetual se nos presenta como necesaria para la realización de la lectura.
La preocupación del bibliotecario con la que iniciamos esta reflexión es legítima en parte, toda vez que él sólo se limita al mobiliario, o sea, a una parte de los objetos que se requieren para leer, dejando de lado otro de los objetos que sí representa un cambio radical en aquello que nos dice: El soporte impreso. Dicho de otro modo, ¿cuáles serán las nuevas imposiciones que planteará a nuestro cuerpo y a nuestra vista el texto digital? Su resguardo y ordenamiento, ¿tendrán al menos las mismas bondades que ahora tienen los textos con base en el papel? ¿Y las capacidades de comprensión y memoria? ¿Podremos seguir apropiándonos materialemente del contenido?
Si miramos al pasado, con facilidad encontraremos que los cambios de soportes físicos de los textos han estado siempre vinculados a la voluntad de quienes detentan el poder. Consecuentemente, vemos ahora al poder económico -y junto a él al poder político- desplegar su discurso por distintos medios para convencernos de que el futuro está señalado en el texto digital, y que todo lo que conocemos ahora será historia dentro de algunos años, cuando se haya digitalizado lo más importante.
Pensar sobre el futuro del texto, del contenido, y con ello de la lectura, nos lleva a preguntarnos sobre estos asuntos y otros más que seguramente serán otros retos que deberemos atender.

viernes, 27 de mayo de 2011

6. EL LECTOR

En cualquier actividad de fomento de la lectura que hagamos con otros -trátese de animación, formación del hábito, comprensión, o crítica- tendremos que partir de un concepto inicial del lector, esto es, aclarar quién será el lector con el que realizaremos la actividad.
Emprender la tarea de definir el lector no es cosa fácil, y son muchos los que lo han intentado. Tenemos así que Iser concibe al lector como alguien que lleva a cabo un proceso de conocimiento con el texto, y esto lo impulsa a poner en marcha un proceso de proyección a través de la atención (centrarse en un punto de perspectiva y moverse en el mundo de los significantes), por medio del cual da y recibe de ese texto. El lector se involucra en el texto, y durante el tiempo que dura la lectura no sabe lo que sucede con su participación, por lo que luego siente la necesidad de hablar sobre lo leído para captar la distancia de aquello en lo que está implicado.
Para Freire, el lector es alguien que se acerca con una actitud crítica al texto, estableciendo desde el inicio de la lectura las relaciones que percibe entre el texto y el contexto. Cuantos más textos, palabras o letras del contexto conozcan, más aumentará su capacidad de percibir y comprender el texto. De esta manera, ser lector implica ser capaz de percibir, criticar, interpretar y reescribir lo leído.
El acercamiento a lo que sea el lector se ha intentado también por medio de la tipología. De esta manera, Bamberger indica que el lector puede ser de cuatro tipos:
+ Romántico, con preferencia por lo mágico.
+ Realista, que rechaza los libros fantásticos, de aventuras o inverosímiles.
+ Intelectual, que gusta de las razones y necesita que todo se le explique.
+ Estético, amante de los sonidos de las palabras, del ritmo de las frases y de la rima.
No obstante, definiciones y clasificaciones van y vienen. Por ejemplo, Weinrich indica que hay ocho tipos de lectores: El oyente, el purista, el amigo simpatizante del autor, el estudiante, el lector de fin de semana, el crítico, el historiador y el filósofo. Más recientemente, Burbules y Callister se refieren a los tipos de lectores de textos digitales, que son tres: El navegador, el usuario crítico y el hiperlector.
Tenemos además que la situación del lector siempre se ha visto como problemática, pues los que aprendieron a leer o leen mal y no alcanzan a comprender, o leen poco y no conocen suficiente, o no leen lo que les conviene: Por ejemplo, no leen los libros que se espera que conozcan.
También encontramos que algunos autores agregan adjetivos al lector para aclarar su condición, llamándole "lector dependiente/lector autónomo" (Lerner), ora "lector interactuante con el texto" (Echeverría Martínez), o bien "lector pleno de la cultura escrita" (Ley de fomento para la lectura y el libro, 2008), entre otros.
Una de las críticas que se mantiene vigente hacia estos intentos por enmarcar al lector es que caen frecuentemente en un funcionalismo unidimensional, o sea, sólo se ocupan de definir un rol para el lector enfatizando unas pocas características de lo que se entiende que le debe ser distintivo, y dejando de lado muchos de los rasgos propios de las personas como entes culturales, sociales, económicos y políticos. Esta crítica, por ejemplo, se aplica frecuentemente a los niveles de lector que promueve la prueba PISA de lectura que impulsa la OCDE.
Por consiguiente, toda actividad de fomento de la lectura puede ser cualquier cosa, menos ingenua, aunque se antoja pensar que hay candor cuando escuchamos algunos argumentos que se esgrimen para exaltar la necesidad de formar lectores. Dicho de otro modo, cuando emprendemos cualquier actividad de este tipo estamos haciendo varias elecciones, y una de ellas determina quién es el lector. Por este motivo, es sumamente importante asumir el perfil del lector en el que pensamos desde antes de emprender la actividad lectora, para que de esta forma actuemos con más conciencia de lo que hacemos y podamos estar en mejor condición para ayudar al otro.

jueves, 26 de mayo de 2011

5. LA LECTURA Y EL CUERPO

Hace algunos años, Noé Jitrik escribió un ensayo donde se preguntaba sobre las formas como podemos tener nuestro cuerpo al leer. Describió que las posiciones del cuerpo son básicamente tres:
1) De pie.
2) Sentado.
3) Acostado.
Algunas variaciones que indica no cambian estas tres posibilidades. Es así que podemos estar parados sobre nuestras piernas o con apoyo en una pared. La situación de estar sentado depende del respaldo y de si hay apoyo para las piernas. Además, se puede estar acostado boca arriba, boca abajo o de costado.
¿Cómo nos sentimos mejor al leer? ¿Cómo se muestra nuestro cuerpo más dispuesto para la lectura? Con este primer planteamiento nos asomamos a un asunto de gran trascedencia cuando nos referimos a la animación y a la formación del hábito de la lectura, pues se hace necesario que exploremos junto con las personas este punto de sintonización de sus cuerpos con el texto.
Por otra parte, recuerdo que en una ocasión escuché a Juan Voutssas decir que este asunto de la ergonomía de la lectura (que es nombre que se perfila para la sintonización) es lo que está causando descalabros en la reflexión que acompaña al diseño de los libros electrónicos.
Un segundo aspecto que señala Jitrik tiene que ver con el estado de movilidad de nuestro cuerpo, esto es, si se encuentra en estado estático o en movimiento. Es de notar que si se encuentra en movimiento, este puede ser provocado (como cuando leo caminando) o conducido, como cuando leo en el autobús.
Me ha tocado ver mucha gente leyendo en el metro de la ciudad de México: Algunos leen la Biblia, otros novelas y algunos llevan libros técnicos. Podemos ver que el tamaño y la forma del texto determina la posibilidad de leerlo cuando se es conducido, pues generalmente se llevan volúmenes de unos 20 centímetros de alto en promedio, pero no mayores y sólo en algunos casos se llevan libros o cómics de menor extensión.
El último aspecto que menciona Jitrik tiene que ver con el lugar donde podemos leer y con la iluminación, que puede ser natural o artificial. En este sentido, no es lo mismo leer en una biblioteca que en un parque, o leer en una escuela que en una terraza. Hay personas que se sienten más dispuestas para leer en un sitio especial, pero difícilmente lo hacen en otro lugar.
Las tres posiciones del cuerpo, las tres posibilidades del movimiento y las dos opciones de la iluminación nos dan 18 combinaciones de formas de leer en un lugar determinado. No obstante, como ese lugar puede variar, el número de formas probables se eleva hasta casi hacernos creer que hay infinitas posibilidades. Ahora bien, es preciso notar que no todas las combinaciones son admisibles o adecuadas a las normas de uso de los sitios, pues tenemos que en una escuela o una biblioteca no es común que se admita leer acostado, y muchas veces tampoco se deja leer caminando.
De esta manera, podemos darnos cuenta de que en los lugares donde se espera que las personas lean puede que no se consiga sintonizar los cuerpos con los textos, y que más bien se sienta que la lectura es una imposición a la que estamos obligados y de la que no nos podemos escapar por las ideas que los otros tienen sobre lo saludable que es la lectura (en la misma escala que el jarabe de hígado de bacalao).
Quizá por esto la animación lectora tenga tan poco éxito en las escuelas, y en las bibliotecas se observe que no refleja un mayor uso de las colecciones. Tal vez requiramos dar un viraje a nuestras preconcepciones sobre la lectura y hablar con las personas antes sobre cómo se sienten mejor sus cuerpos y cómo estarían más dispuestos a leer.

miércoles, 25 de mayo de 2011

4. LEER PARA OLVIDAR

Hace varios años, las maestras Finkelman y Dubovoy publicaron una obra en siete partes que trata sobre las actividades de animación y la formación del hábito lector en la escuela primaria. En el primer volumen de la colección viene una descripción del trabajo que estaban haciendo con los alumnos de un colegio privado. Quiero destacar su clasificación de los lectores:
1) Los que disfrutan de la lectura y leen de vez en cuando, pero no desarrollan el hábito.
2) Aquellos para quienes leer sólo significa una extensión obligatoria de sus actividades escolares.
3) Los niños que por razones especiales huyen del mundo sumiéndose en la lectura.
4) Los niños que leen por placer y tienen además el hábito de la lectura.
El tercer grupo siempre me ha parecido muy interesante y me sorprendió mucho encontrar un caso cuando se difundió la película Matilda (1996, dir. Danny DeVito), pues ilustra de algún modo esta clase de niños. Una lectura posible de esta película es que la  niña confunde la realidad con la ficción, además de que se sugiere que ella descubre sus poderes para mover mentalmente las cosas como resultado de su actividad lectora.
Proust ya había señalado que hay peligro en el leer, y por ello nos previno sobre aquella lectura que en lugar de despertarnos a la vida personal espiritual tiende a suplantarla cuando la verdad se convierte en el material abandonado entre las hojas de los libros, como un fruto que sólo pudo ser madurado por otros.
Estos atisbos nos refieren a la lectura itinerante de Carlos Pereda, que es aquella en la que el texto se convierte, una y otra vez, en punto de partida para un viaje de la imaginación, de la memoria y de la capacidad de soñar. Esta lectura debe regresar al lugar de embarque, pero ¿qué pasa si llega a otro puerto o solamente no llega? Esto es importante considerarlo, más ante la posibilidad de incurrir en uno de los vértigos de los que nos habla el autor y que son momentos de fascinación que pueden envolvernos y de los que ya no nos podremos desprender con facilidad.
Iser recomendaba que para salirnos del texto y poner una distancia entre él y nosotros, es necesario que al terminar la lectura se la podamos platicar a alguien o escribir sobre lo leído. Es a través de este distanciamiento como podremos controlar nuestro acciones al leer.
No se trata de meramente calificar a la lectura de buena o mala por este potencial que tiene, además de que en algunos casos puede resultar sumamente benéfica, como cuando queremos ayudar a alguien a salir de una depresión a través de los textos que le sugerimos leer porque los hemos conocido y valorado previamente.
Más bien, parece que nos encontramos ante un caso de adecuación de nuestras acciones, y por ende está sujeto a la consideración moral. En este sentido, cuando animamos a la lectura o hacemos otro tipo de actividad lectora con otros, ¿sabemos los resultados a los que queremos llegar? ¿Cómo atendemos las divergencias?
Tenemos entonces que la lectura encierra maravilla y riesgo, de tal manera que podemos animar a las personas a leer, pero ellas pueden luego confundir el contenido del texto con la verdad del mundo. Esto nos lleva a preguntarnos sobre la realidad, sobre nuestro estar en el mundo y las responsabilidad que estamos dispuestos a aceptar, y sobre lo que sea esa verdad del mundo que pueden difundir los textos.
Estas son muchas preguntas, muchas dudas, que sin embargo no deben detenernos en nuestra pasión por la lectura, sino más bien animarnos a pensar sobre ella y a desprendernos de esa ingenuidad con que escuchamos reiteramente a otros que la refieren como integradora o apocalíptica.

domingo, 22 de mayo de 2011

3. DERECHOS DEL LECTOR

En nuestro universo social, lugar donde se aplican varios imperativos a la práctica lectora, destaca el escritor francés Daniel Pennac (1941- ) por su libro Como una novela (1992), donde propuso los derechos del lector que son imprescriptibles, o sea, sobre los que no podemos ordenar o guiarnos por recetas.
De esta manera, Pennac buscó enfatizar la naturaleza libre de la lectura, que no puede -ni debe- ser regulada por nadie, aunque precisamente sus enunciados han puesto en evidencia, para muchos de nosotros las imposiciones a los actos de leer que ocurren en nuestro propio entorno.
Los derechos del lector se enuncian en el siguiente decálogo:
1. El derecho a no leer.
2. El derecho a saltarse las páginas.
3. El derecho a no terminar un libro.
4. El derecho a releer.
5. El derecho a leer cualquier cosa.
6. El derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual: Emocionarnos con la lectura).
7. El derecho a leer en cualquier lugar.
8. El derecho a hojear.
9. El derecho a leer en voz alta.
10. El derecho a callarnos.
Esta exaltación de la libertad del lector volcada en sus derechos es, empero, una parte de lo que constituye la lectura. Por añadidura, leer abarca incluso otros aspectos que deberían considerarse a la luz de esta enunciación que hace Pennac. A propósito, podemos tomar por ejemplo los señalamientos de Joyce y Perec al respecto de que se debería investigar más la relación de la lectura con el sistema digestivo, pues indicaron que se lee más a gusto cuando se ingiere o expulsa la alimentación.
De esta forma, los derechos del lector propuestos por Pennac se dicen con facilidad, sólo que no son cosa sencilla de comprender y menos de llevar a la práctica. Para calibrar esta situación, pensemos el caso de cuantos preceptores de lectura estarán de acuerdo en que estos derechos se aplican a ellos, pero no a sus alumnos, pues éstos aún no son lectores, sino que se están formando.
Por estos motivos, es importante emprender una reflexión sobre estos derechos que propone Pennac y no meramente aceptarlos como vox Dei, pues hacerlo puede resultar contraproducente y causar daños directos o colaterales en nosotros y en los otros.

sábado, 21 de mayo de 2011

2. LECTURA RÁPIDA O VELOZ

Muchos estudiantes de bachillerato o licenciatura buscan aprender la lectura rápida o veloz debido a la gran cantidad de textos que tienen que leer en poco tiempo. Así, tenemos por ejemplo a los alumnos de las carreras de medicina, derecho o sociología, quienes deben poder comprender muchos contenidos en lapsos cortos.
Este tipo de lectura se desarrolló a partir de la observación de un conjunto de constantes que se notaron en la manera como las personas leemos. Los principales que se enfatizan son los siguientes:
1) Movimientos de la cabeza al leer. En la lectura rápida se recomienda suprimirlos y sólo mover los ojos.
2) Lectura que toca los márgenes de la caja del texto. Se propone el aumento de los márgenes, no ocupándonos de abarcar en el recorrido lector lo que está escrito adyacente a ellos.
3) La vocalización o la subvocalización. Se recomienda anularlas.
4) Las pausas de fijación. Esta lectura propone ampliar el intervalo de su ocurrencia lo más posible.
De esta manera, la lectura rápida propone y aplica ciertas imposiciones para disciplinar nuestro cuerpo y así establecer una nueva relación con el texto.
La lectura veloz utiliza dos dispositivos para asegurar que podamos disciplinarnos a través de la continua práctica del método: El indizador y el resumen.
El indizador se emplea cuando uno empieza a aprender este tipo de lectura. Puede usarse como indizador un lápiz o bolígrafo, e incluso sirve uno de nuestros dedos, que se coloca abajo del renglón que se está leyendo para forzar el recorrido de la vista. Este dispositivo debe deslizarse con una rapidez cada vez mayor por cada página y nuestros ojos deben seguirlo sin detenimiento ni extravío.
El resumen es el dispositivo que se utiliza al final de cada lectura para asegurar la comprensión del texto leído. Es así que aunque pensemos que no hayamos entendido nada del escrito, podremos constatar con sorpresa que conforme más practiquemos la lectura veloz nuestros resúmenes escritos darán cuenta de que vamos obteniendo una comprensión más amplia del contenido.
De hecho, una de las apuestas de este método es que si existe la sospecha de no haber entendido, se puede volver a repetir la lectura y hacer otro resumen al final, mismo que puede compararse con los que se hayan realizado en las lecturas previas.
Las bondades de la lectura rápida o veloz sin innegables. Sin embargo, este tipo de lectura sirve más para fines utilitarios y no permite más que el placer de estar informado, o sea, no se logra el gusto por lo leído, en el sentido de que se pierde la sorpresa, la fascinación y la admiración que nos puede proporcionar disfrutar el lenguaje y sus recovecos. Además, algunos otros modos de leer, como la lectura itinerante (Pereda) son imposibles mediante la lectura veloz.
Es por sus bondades que podemos recomendar el conocimiento y la práctica de la lectura rápida o veloz. No obstante, es importante aclarar que hacemos esta sugerencia en el entendido de que la lectura rápida puede ser otra que podamos dominar para acercarnos a los textos y leerlos como nos resulte más conveniente.

viernes, 20 de mayo de 2011

1. LA LECTURA Y LA EMOCIÓN

Observamos a nuestro alrededor que en las actividades de animación a la lectura usualmente se busca generar estados de emoción en los asistentes. Esto puede lograrse al buscar la identificación con el personaje principal de la narración, por la creación de una atmósfera, a través de la simpatía que despierta el animador, o mediante escenografías. Es de notar que aunque éstas no son las únicas maneras de hacerlo, representan bastante bien las que se utilizan con mayor frecuencia.
La emoción es el vehículo por el cual se sintoniza a los asistentes con el texto, por el cual se provoca el vértigo que los ayuda a introducirse en el discurso al hacer evidentes el pautado de la ortografía o las cadencias que imponen la respiración, el volumen y los tonos, todo ello en un juego de representación que conduce por acá y por allá, ora presentando a este señor que prende las lámparas públicas por la noche, o alumbrando a la princesa que vive encantada en el fondo del estanque, o quizá haciendo que las aves lloren una desgracia... Para esto es la animación a la lectura y por ello su principal instrumento es la emoción.
No obstante, notamos con sorpresa que cuando termina la actividad muchas de las personas que asistieron no cambian su conducta lectora, hasta que se vuelven a involucrar en otra animación a leer. ¿Qué pasa? ¿No alcanza la emoción para seguir disfrutando el leer luego de la animación? ¿No quedaron motivados los asistentes? ¿O se volvieron adictos a la animación y sólo pueden leer si despertamos la emoción que les provoca?
Lo primero que podemos concluir es que la animación es una condición suficiente, pero no necesaria para formar el hábito de leer. De esta manera, jugar con las emociones es muy útil cuando quiero venderte o prestarte el libro que he utilizado en la animación, pero no garantiza que vayas a leerlo después.
Asimismo, la animación puede llenar la biblioteca de niños, adolescentes y jóvenes, a los que se puede emocionar hasta el enamoramiento de los personajes o fascinar con las situaciones, pero ¿cuántos seguirán leyendo después? ¿Cuántos se harán usuarios de las colecciones? La experiencia muestra que tristemente no serán muchos.
Es probable que me convenga pensar que la emoción es una forma de acercarse a la lectura, pero es seguro que no es la única...

jueves, 19 de mayo de 2011

0. INICIAMOS

La lectura es un compromiso que hacemos con la vida, pues puede enriquecer la manera como estamos y somos parte de este mundo, además de que vivir en el mundo es condición imprescindible para poder leer.
Iniciamos hoy una invitación a todos los interesados en leer, en la lectura y en el conocimiento de nosotros mismos y del mundo, en este mundo y en las muchas formas de leer y tipos de lecturas.
Estamos ciertos de que la lectura es política, lo cual fue vislumbrado por Freire, pues puede formarnos en el conocimiento del mundo a la vez que llevarnos, si no tenemos los debidos cuidados, a perder el piso de la realidad (como señaló Proust), y a vivir en universos de ensueño, donde seguramente seremos felices... pero también estaremos en una situación vulnerable.
Sabemos que la lectura puede ser placentera u obligada, además de que involucra varios riesgos para el lector, y que se le pueden imponer determinantes sociales, culturales, económicos y políticos. De esta manera, pueden haber imposiciones a los cuerpos de las personas, a su autoestima, a sus hábitos, a sus tiempos y a sus mentes. Todo esto a través de las limitaciones y reglas que se pongan a la lectura.
Por este motivo, queremos publicar aquí el acontecer de la lectura, las prácticas lectoras, las experiencias, las reflexiones y todo lo que tenga que ver con el leer.
Queda abierta la invitación.